La recompensa de hacer el bien es haberlo hecho

La desdicha de la inmoralidad en una sociedad en evolución.

La inmoralidad es uno de los desafíos más profundos a los que se enfrenta cualquier sociedad en proceso de cambio. En una era de transformación tecnológica y social, donde las estructuras tradicionales de convivencia son revisadas y adaptadas, la pérdida de valores morales genera un impacto significativo en la cohesión social. Autores como Zygmunt Bauman en su obra Modernidad líquida advierten que, a medida que la sociedad se vuelve más flexible y líquida, los fundamentos éticos que antes guiaban el comportamiento individual y colectivo pueden desvanecerse, creando un vacío moral.

La inmoralidad no solo socava la confianza entre los ciudadanos, un valor esencial para el buen funcionamiento de la vida comunitaria, sino que también debilita las estructuras de justicia y el bien común. Al carecer de principios sólidos, las relaciones humanas se vuelven frágiles y las instituciones pierden legitimidad. Como señala Jürgen Habermas en su teoría sobre la acción comunicativa, cuando se erosiona la base ética de las interacciones sociales, se favorecen formas de comportamiento manipulador y egoísta que alimentan la desconfianza y el resentimiento.

Este deterioro ético genera desdicha en quienes sufren las consecuencias directas de la injusticia y la falta de solidaridad. La evolución de la sociedad, si bien trae consigo avances, también puede significar el riesgo de que los principios morales se diluyan, como lo sugiere Bauman. Sin embargo, autores como Martha Nussbaum, en su defensa de la ética y las emociones en The Fragility of Goodness, abogan por un retorno a la educación en valores, donde la empatía y la justicia ocupen un lugar central para que la evolución social sea verdaderamente humana y justa. Solo así se puede contrarrestar la desdicha derivada de la inmoralidad, mediante la promoción de una conciencia ética sólida que sostenga el desarrollo de la sociedad.

La inocencia del corazón y la maldad del mundo.

Es fundamental que nos esforcemos por comprender el amor que predicó Cristo Jesús, quien fue, probablemente, uno de los hombres más puros y santos que ha existido. Sin embargo, no podemos ignorar las críticas que, a lo largo de los siglos, han surgido en torno a su figura.

De manera coherente y aplicable a nuestra vida cotidiana, debemos reflexionar sobre momentos épicos de su historia. Uno de ellos fue cuando le dijo a Pedro que lo negaría. Le advirtió: "En verdad te digo que esta misma noche, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces".

En una sociedad donde predominan los intereses personales, la mediocridad y la incoherencia, a los hombres de bien se nos hace difícil seguir el camino hacia el bienestar y la prosperidad.

Como dijo el gran Séneca: "La recompensa de hacer el bien es haberlo hecho".

Es decir, la inocencia del corazón y la maldad del mundo pueden moldearse si comprendemos el valor del amor y las buenas acciones de los hombres de bien.

Lic. Casimiro Medina, maestrando en Historia Dominicana y en la especialidad de Tecnología e Innovación Educativa.



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