Los menores de edad saben mentir

 


La mentira en la infancia ha sido tradicionalmente interpretada como una conducta moralmente negativa; sin embargo, la psicología del desarrollo ha demostrado que se trata de una capacidad cognitiva y social que emerge de forma temprana y normativa. Diversos estudios coinciden en que los menores de edad comienzan a mentir intencionalmente alrededor de los dos o tres años, cuando ya poseen habilidades comunicativas básicas y cierta comprensión de las normas sociales (Evans, Xu & Lee, 2013).

Las primeras investigaciones empíricas sobre este fenómeno mostraron que niños muy pequeños son capaces de negar acciones prohibidas o de distorsionar la verdad para evitar consecuencias negativas. Lewis, Stanger y Sullivan (1989) demostraron que niños de tres años podían engañar de manera deliberada en situaciones experimentales simples, lo que evidenció que la mentira no es un comportamiento exclusivo de etapas posteriores del desarrollo.

El uso de paradigmas experimentales como el temptation-resistance paradigm ha permitido analizar con mayor precisión cómo y cuándo los niños mienten. En estas situaciones, muchos menores que transgreden una norma optan por negar la acción cuando son interrogados por una figura adulta. La frecuencia y complejidad de las mentiras aumenta progresivamente entre los 2 y los 7 años, lo que confirma su carácter evolutivo (Talwar & Lee, 2002).

Desde una perspectiva cognitiva, la capacidad de mentir está estrechamente relacionada con el desarrollo de la teoría de la mente, es decir, la habilidad para comprender que otras personas tienen creencias, deseos y conocimientos distintos a los propios. A medida que los niños desarrollan esta capacidad, también logran anticipar las reacciones del otro y ajustar su engaño de manera más sofisticada (Ding et al., 2015).

Asimismo, las funciones ejecutivas —como el control inhibitorio y la memoria de trabajo— desempeñan un papel clave en la mentira infantil. Mentir requiere suprimir la verdad, construir una versión alternativa de los hechos y mantenerla coherente en el tiempo. Investigaciones recientes muestran que los niños con mayor autocontrol cognitivo son más hábiles para sostener una mentira sin contradicciones (Evans & Lee, 2013).

No todas las mentiras infantiles cumplen la misma función. La literatura distingue entre mentiras instrumentales (evitar castigos), mentiras prosociales o piadosas (proteger los sentimientos de otros) y mentiras relacionadas con el juego simbólico. Talwar y Lee (2002) subrayan que estas diferencias reflejan una creciente comprensión moral y social por parte del menor.

El entorno familiar y educativo influye notablemente en la frecuencia y el tipo de mentiras que los niños emplean. Estudios experimentales indican que las amenazas de castigo severo tienden a aumentar la probabilidad de que los menores mientan, mientras que las apelaciones a la honestidad y al razonamiento moral favorecen respuestas veraces (Talwar et al., 2015).

Este conocimiento resulta especialmente relevante en contextos legales, clínicos y educativos. Reconocer que los menores saben mentir —y que su capacidad mejora con la edad— permite diseñar entrevistas más adecuadas, evitar interrogatorios sugestivos y comprender mejor la fiabilidad de sus testimonios, sin asumir automáticamente mala fe o manipulación consciente.

A modo de conclusión, podemos afirmar que, los menores de edad saben mentir, esto no implica un juicio moral negativo, sino el reconocimiento de una habilidad cognitiva que forma parte del desarrollo normal. Comprender este fenómeno desde la evidencia científica permite a adultos y profesionales responder de manera más educativa, ética y eficaz, promoviendo la honestidad sin desconocer la complejidad del desarrollo infantil.

Referencias

Evans, A. D., Xu, F., & Lee, K. (2013). Emergence of lying in very young children. Developmental Psychology, 49(10), 1958–1963. https://doi.org/10.1037/a0031409

Ding, X. P., Wellman, H. M., Wang, Y., Fu, G., & Lee, K. (2015). Theory-of-mind training causes honest young children to lie. Psychological Science, 26(11), 1812–1821. https://doi.org/10.1177/0956797615604628

Lewis, M., Stanger, C., & Sullivan, M. W. (1989). Deception in 3-year-olds. Developmental Psychology, 25(3), 439–443. https://doi.org/10.1037/0012-1649.25.3.439

Talwar, V., & Lee, K. (2002). Children’s conceptual knowledge of lying and its relation to their actual lie-telling behavior. Developmental Psychology, 38(2), 157–170.

https://doi.org/10.1037/0012-1649.38.2.157

Talwar, V., Yachison, S., & Leduc, K. (2015). Promoting honesty: The influence of stories on children's lie-telling behaviors. Journal of Moral Education, 45(3), 1–15. https://doi.org/10.1080/03057240.2015.1087394

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