Por: Aníbal Corcino M.
Un hijo del Municipio Histórico de Sánchez.
Desde hace muchos años para mí, vengo escuchando sobre la ley de la tracción, el poder de la mente, el gran secreto y más aún sobre su relación con el politeísmo o adoración a deidades más allá de Dios, tales como la Virgen María, El Santo Niño de Atocha, el Divino Niño, La virgen de Guadalupe, he incluso en países como México podemos ver también la adoración a capos fallecidos y cómo la gente les adora y profesa lograr milagros por medio de ellos.
Esto para la religión parece tener solo una explicación. ¡Demonios! Satanás aprovechando la debilidad de aquellos creyentes carentes de Dios, o que simplemente se sienten inmerecidos de su gracia y por ello buscan intercesores más allá de Cristo. En este sentido se devela un mal muy complicado, el demonio de la intolerancia religiosa, sobre el cual muchos religiosos aborrecen a las personas y a los cuadros de estos santos o deidades que a su vez son adorados con vehemencia por dicha persona.
Esta adoración va, desde colocar altares, cuadros en la casa, prender velas o simplemente vestir o llevar amuletos y atuendos que simbolizan a dicha deidad, pero también existe el lado de aquellos religiosos que ven a aquellos adoradores como personas equivocadas y que a su vez pecan ante Dios. Desde esta óptica, me iré un poco más profundo, y pregunto. ¿Cómo debería llamarse el hecho de que un creyente se arrodille ante la virgen, le pida de corazón un milagro y su petición es escuchada, el milagro es hecho realidad? ¿Es esto hechicería? ¿Son demonios los que le responden? ¿O es simplemente un Dios misericordioso, que sin importar la vía responde a nuestras plegarias?
Pero más aún. Cómo explicaría un ducho de la materia religiosa, conocedor de que sólo hay un único Dios y que sólo Él hace milagros, conocedor de que los santos no sanan, que los amuletos no tienen poder, la idea de que esas personas puedan en ocasiones alcanzar más milagros y experiencias por vía de la virgen, de los santos o de sus amuletos, que muchos que profesan directamente a Dios.
En ocasiones algunos religiosos ven a estas personas como ignorantes, como entes que no razonan y no entienden los textos bíblicos, aun cuando les son explicados de múltiples maneras; Hasta los acusan de fanáticos, pero en la realidad esto es muy complejo, por qué cómo puede uno explicarle la inexistencia de la virgen, o de X santos a una madre que la virgen o el santo le sanó su hijo, le quito un dolor, le dio un palé, le ayudó en un problema o le guardó en la vuelta por México. Podríamos decir que no fue el santo ¡Pero fue ante el santo que ella se arrodilló! Es únicamente la foto o el amuleto del santo lo que lleva en su cuello para que le guarde.
En realidad, cuando estos casos se dan y veo juntos dialogar a un politeísta y a un monoteísta no sabría yo quien es el ignorante, si aquella persona que habla desde su propia verdad, porque ha tenido cientos de experiencias espirituales por medio de los santos, amuletos o la cruz y cuya fe parece tan fuerte como la de Abraham o si lo sería más aquél que teniendo una relación directa con Dios, pero su fe solo le da para juzgar a otros y verlos como los equivocados incapaces de ver una verdad tan clara en los diez mandamientos, pero que a su vez él mismo carece de las bases experimentales para comunicar su verdad.
3 No tendrás dioses ajenos delante de mí. 4 No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso… Éxodo 20:3,4. Esto está muy claro en la biblia, pero no tengo yo una manera de cuestionar la verdad de alguien, que por medio de la madre pide al padre y Dios le responde, no tengo manera de demostrarle su error, porque al final para él solo valen los resultados.
De ahí el título de este artículo y en el trato de ver, qué relación existe entonces entre la fe y la denominada ley de la atracción. Sería entonces cierto, que no basta con pedir a Dios sino, que la fe debe estar por encima de todo, que no importa la vía que lo hagamos si lo hacemos con fe, que si entendemos el concepto de fe como realmente es ¿Sería posible entonces pedir al universo todo cuanto queramos y se nos dará?
Las cosas espirituales no son tan sencillas como decir negro blanco, la multiplicidad de colores existente dan a cada persona una visión propia de las cosas, pero sobre todo la convicción más poderosa, su propia experiencia, su propia verdad vivida es la que hace que una persona se apegue a una imagen, a un símbolo o deidad intercesora ente Dios. En este sentido termino diciendo “Cada verdad personal es la verdad siempre que venga desde la experiencia misma y el corazón” y debería ser escuchada más que juzgada.
Por ello, a la hora dialogar con un politeísta, es más sabio, más inteligente poder hablar desde su verdad y desde nuestra verdad, es más sabio contar nuestra experiencia con un Dios únicos y a la vez escuchar la verdad de aquel que busca intercesores; Y quizás desde este diálogo podríamos ser nosotros los que aprendamos, que no es cómo pedimos, sino la fe con que pedimos lo que marcaría la diferencia y así los otros, a su vez por nuestra experiencia hasta puedan ver que esto se puede lograr sin mediadores.
Sobre este tenor, para evitar toda confusión, me refiero solo y únicamente a las peticiones ante Dios y a Dios, ya sea con o sin intercesores, quien pide al Diablo es otro tema que también es digno de analizar.