¿Indiferencia o Dejadez?

 


Por: Héctor Luis Feliz 

A propósito del asueto de la Semana Santa, hoy la misma historia se repite una vez más. Las aulas de nuestras escuelas y colegios quedan vacías, no por un motivo justificado, sino por la falta de responsabilidad y la indiferencia que el Ministerio de Educación ha mostrado sistemáticamente en los últimos años. ¿Cómo es posible que algo tan vital como la educación de nuestros niños y jóvenes se vea interrumpida sin una explicación clara, sin una justificación que vaya más allá de la simple y desastrosa rutina del: ¡¡Nadie va los primeros días a clase!!... pero es loco que nos estamos volviendo?

Parece que hemos llegado a un punto que no dar clase, se han vuelto parte de nuestra realidad de siempre. Como si fuera una tradición arraigada, aceptamos pasivamente que los profesores envíen a casa los pocos niños que asisten a clase, sin siquiera decir algo para cuestionarlos, por esta mala e improductiva práctica. ¿Acaso es normal que nuestros estudiantes pierdan días valiosos de aprendizaje sin una razón válida? ¿Es acaso aceptable que esto pase desapercibido ante los ojos de las autoridades, sumiéndonos en un ciclo de desinterés y abandono por lo que verdaderamente necesita toda la atención, como lo es la formación de nuestros niños?

Todos deberíamos sentir indignación al ver cómo esta situación se repite año tras año, sin que se tomen medidas concretas para evitarla. No se trata solo de los días perdidos en el calendario escolar [que de por si, según los marcadores internacionales ya son pocos], sino de las oportunidades de aprendizaje que se esfuman en medio de la negligencia oficial. ¿Qué mensaje estamos enviando a nuestros niños y jóvenes cuando les decimos, con nuestras acciones, que la educación puede ser interrumpida inmisericordemente por cualquier «quítame esta paja»?

Entiendo que es hora de que las autoridades educativas asuman su responsabilidad y pongan fin a esta vergonzosa tradición. Los estudiantes merecen un compromiso real con su formación, no la resignación ante la inercia de una burocracia que parece haber olvidado su propósito fundamental. La educación no puede ser un privilegio interrumpido a conveniencia; todo lo contrario, debe ser un derecho inalienable que merece, bajo toda circunstancia ser protegido y valorado en todo momento.

El desafío es urgente. No podemos permitir que la indiferencia y la falta de responsabilidad sigan dictando el rumbo de nuestras escuelas. Es imponente, que los responsables de mantener el desarrollo progresivo de nuestras escuelas, hagan algo ante esta penosa realidad. Recordar, que cada día perdido en las aulas es una oportunidad de aprendizaje que se desvanece. Nuestros niños y jóvenes merecen más que una tradición vergonzosa; merecen un compromiso genuino con su futuro, el cual es el futuro de todos.

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