Resiliencia, Fe y Obediencia


Por: Hector Luis Feliz 

La Semana Santa es uno de los momentos más sagrados y significativos en el cristianismo, marcado por la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Más allá de ser un periodo de vacaciones y tradiciones, la Semana Santa es un tiempo de profunda reflexión y renovación espiritual para los creyentes. En su esencia, esta semana nos invita a sumergirnos en el misterio del sacrificio redentor de Cristo y a contemplar el amor incondicional que Dios tiene por la humanidad.

En la Biblia, encontramos las bases de la Semana Santa en los relatos de los Evangelios. Desde el Domingo de Ramos, donde Jesús entra triunfante en Jerusalén montado en un burro, hasta el Jueves Santo, donde celebra la Última Cena con sus discípulos, cada evento está lleno de significado. En el Evangelio de Mateo, capítulo 26, versículo 26-28, leemos: "Mientras comían, Jesús tomó el pan, y después de pronunciar la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: 'Tomen y coman; esto es mi cuerpo'. Luego tomó una copa, y después de dar gracias, se la entregó, diciendo: 'Beban de ella todos ustedes. Esta es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados'".

El Viernes Santo, día de la Crucifixión, nos sumergimos en el sufrimiento y el sacrificio supremo de Jesús en la cruz. En el Evangelio de Lucas, capítulo 23, versículo 46, Jesús clama con voz fuerte: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Estas palabras nos recuerdan su entrega total y confianza en la voluntad divina, un ejemplo de fe y obediencia que resuena a lo largo de los siglos.

El Sábado Santo es un día de espera y silencio, donde reflexionamos sobre el significado de la muerte de Cristo y la esperanza de su resurrección. En el Evangelio de Mateo, capítulo 27, versículo 60, leemos sobre cómo José de Arimatea colocó el cuerpo de Jesús en su propio sepulcro: "y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue".

Finalmente, el Domingo de Resurrección, celebramos la victoria sobre el pecado y la muerte, proclamando que Cristo ha resucitado. En el Evangelio de Mateo, capítulo 28, versículo 6, los ángeles anuncian a las mujeres que buscan a Jesús en el sepulcro: "No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Vengan, vean el lugar donde yacía".

En su conjunto, la Semana Santa nos lleva a un profundo viaje espiritual, desde la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén hasta su resurrección gloriosa. Es un recordatorio de la pasión y el amor de Cristo por la humanidad, su sacrificio para redimirnos del pecado y su victoria sobre la muerte. Más allá de las procesiones y tradiciones, la Semana Santa nos desafía a reflexionar sobre nuestra propia fe, a renovar nuestro compromiso con el Evangelio y a vivir en la luz de la Resurrección.

Esta temporada sagrada, no es simplemente un evento histórico que recordamos una vez al año, sino un recordatorio constante del amor infinito de Dios y la redención que encontramos en Cristo. A través de los relatos bíblicos, vemos cómo Jesús, con humildad y obediencia, llevó a cabo el plan divino de salvación para toda la humanidad. Esta semana nos desafía a vivir con fe, esperanza y amor, siguiendo el ejemplo de Jesús y renovando nuestra relación con Dios. Ojalá que en esta Semana, podamos sumergirnos en la profundidad de estos eventos, encontrando renovación espiritual y fortaleza para nuestro camino de fe.

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