
Por Néstor
Estévez
La ofensa contra dos símbolos patrios se ha vuelto “viral”. Casi
simultáneamente, en ambas acciones, personas desconocidas han “saltado a la
fama”.
En República Dominicana, un colectivo LGTB presentó públicamente una
versión modificada del Himno Nacional Dominicano, bajo el título de "Himno
Nacional Lésbico Dominicano". Alguien impulsó la idea de sustituir los
versos originales de Emilio Prud-Homme por una letra sobre identidad de género,
orientación sexual y críticas sociales.
Las reacciones de entidades patrióticas no se han hecho esperar. Se apoyan
en la Ley No. 210-19, sobre los Símbolos Patrios. En el Artículo 39, numeral 1,
se considera ultraje contra el himno nacional "cambiar su letra y tiempo
musical". En el Artículo 47 se indica que “quienes cometan este tipo de
ultraje están sujetos a sanciones de uno a tres meses de prisión y multas de
cinco a veinte salarios mínimos”.
A más de siete mil kilómetros, en Francia, a un hombre se le ocurrió encender
un cigarro en la Llama Eterna del Soldado Desconocido, bajo el Arco del Triunfo
de París. El hombre se defendió diciendo que no tuvo intención de ofender, sino
que actuó por impulso, dominado por una necesidad urgente de fumar.
Preliminarmente, el tribunal correccional de París le ha impuesto tres
meses de prisión, con un periodo de prueba de 18 meses. El dispositivo de la
sentencia expresa que “busca reafirmar el respeto a los símbolos nacionales”
tras un acto que ha sido interpretado como una afrenta directa a la memoria
colectiva.
En ambos casos, algún propósito, develado o no, ha movido a personas para
que realicen acciones con el repudio como la respuesta más común. ¿Por qué ese
repudio? ¿Qué de malo tienen estas acciones? ¿A quién perjudican estos actos? ¿Cuáles
repercusiones tienen estos hechos en la sociedad? ¿Qué son y para qué sirven
los símbolos?
Los símbolos son fundamentales en la evolución cognitiva y social de los
seres humanos. No son simples adornos. Los símbolos son la base que necesita la
humanidad para construir la cultura, la comunicación compleja y la sociedad
misma.
Los símbolos son evidencia de la capacidad de las personas para el pensamiento
abstracto. Por ejemplo: un animal puede ver humo y asociarlo con el fuego (en
este caso se trata de un signo porque tiene una conexión directa), pero solo un
ser con pensamiento abstracto puede usar una palabra como "fuego" o
una imagen de una llama para referirse al concepto sin que haya fuego real,
como para ilustrar una invitación a una fiesta de verano.
Lo más probable es que, en las cavernas, el símbolo naciera como expresión
de lo concreto a lo abstracto. Pudo ocurrir, por ejemplo, que las pinturas
rupestres de bisontes en una cueva fueran el símbolo que representaba al animal
real. Con el tiempo, estas representaciones se fueron estilizando y
simplificando hasta volverse más abstractas y arbitrarias. Así, una simple
marca con algo parecido a un "bisonte" podía tener como significado
"peligro".
Pero modernamente, ¿qué relación existe entre una luz roja y detenerse? De
entrada, nada. Pero ocurre que nos remitimos a una convención que todos hemos
aceptado -sin preguntar quién dispuso ni cuándo lo hizo- para poder convivir de
forma segura.
En los casos que nos ocupan, los símbolos están relacionados con acuerdo
colectivo o convención social. Se trata de casos en los que una colectividad acogió,
de manera implícita o explícita, que un texto, un sonido, un lugar o una imagen
determinada significa algo específico.
Por eso en diversas partes del mundo encontramos máscaras sagradas que
remiten a presencia suprahumana, y puertas -como las de Jerusalén- que son
expresión de un eterno presente. Por eso encontramos a Gramsci defendiendo la
cultura popular como espacio de hegemonía, y a Rappaport explicando cómo el
ritual y la creación de lo "sagrado" fueron cruciales para la
evolución humana.
Es así como esa llama en Francia o ese texto en República Dominicana
significan mucho más de lo que son. En ambas sociedades se ha convenido que
esos respectivos símbolos remitan a las bases que sostienen a lo que hoy
tenemos y a lo que algún día llegaremos a tener. En definitiva, de que
mantengamos, respetemos y defendamos símbolos depende nuestro futuro como
sociedad.