Por: Ramón Mercedes
La reciente expulsión de Amarante Baret del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) por alta traición ha desatado una ola de renuncias dentro de la organización, evidenciando un profundo malestar interno. La decisión de los líderes del PLD de juzgar a Baret en defecto, sin su comparecencia, ha generado críticas sobre la falta de democracia interna y transparencia en el partido. Esta situación se agrava con la salida de otros miembros prominentes, incluyendo un síndico y Domingo Contreras, quienes ocupaban cargos importantes. La crisis no solo afecta la cohesión del PLD, sino que también plantea interrogantes sobre su futuro político y su capacidad para recuperar la confianza de sus bases.
La fragmentación del PLD podría abrir el espacio para el surgimiento de nuevas fuerzas políticas en el país. Con un 10% del electorado nacional apoyando al PLD en las elecciones presidenciales de 2024, hay un potencial significativo para que nuevas agrupaciones capitalicen el descontento popular hacia las estructuras tradicionales. Esto podría traducirse en una reconfiguración del panorama político dominicano, donde los votantes buscan alternativas que representen sus intereses y aspiraciones, alejándose de partidos que parecen perder su rumbo.
En última instancia, la degradación del PLD podría ser beneficiosa para la democracia dominicana si se traduce en una mayor pluralidad y representación política. La competencia entre diferentes organizaciones puede enriquecer el debate público y dar voz a sectores que antes fueron marginados. Sin embargo, es crucial que estas nuevas agrupaciones aprendan de los errores del pasado y promuevan prácticas democráticas internas sólidas. Solo así podrán contribuir a un sistema político más inclusivo y representativo, donde el electorado se sienta verdaderamente escuchado y representado.